lunes, 12 de abril de 2010

Estación cero

¡Tururú!- Próxima estación: El metro. 6:40 a.m. Largas filas desde la entrada, una vez adentro suben y bajan oleadas de gente, prueba de que en esta ciudad somos millones. Como los caminos que hacen las hormigas y las corrientes que siguen los peces, todo tiene un delicado equilibrio y un flujo constante. El descanso de la multitud en un sitio se llama tumulto, riña o vendimia. Alterar este orden es arriesgarse al caos.

Después de seguir el cause social que abandona las colas de la taquilla están los vagones que huelen a vida en movimiento, en la Merced a cebolla y cilantro, en otras estaciones a mantequilla olorosa de biscochos, vapores humanos, a selva eléctrica y motorizada, a sociedad. Dentro de éstos las condiciones atmosféricas y sonoras son justo las adecuadas para la siesta, sonidos cálidos y murmullos más un vaivén, recrean el arrullo materno, imposible no dormir ante tales circunstancias.

Buscando de dónde asirse, el tacto tibio de los tubos de metal, a los que se les nota hasta la más pequeña huella digital, revelan que empuñar uno es llevarse la historia dactilar de miles de pasajeros. Tropiezos, estrujos... si se va sentado; medio se sueña, medio se despierta cada tanto para verificar la estación. Todos se miran aunque no a los ojos, son cómplices de la aventura, participan en sesiones de lectura colectivas, se enteran de conversaciones privadas, de chismes y planes con tan sólo poner atención a un encuentro que genere diálogo:

--Hola señora, ¿Cómo está?

--Bien hijo, ¿y el señor Rafael?

--Le dieron 70 años…

--¿Está en el norte?

--No, en el poniente

--¿Y cómo fue eso?

--Doble homicidio; el güey que le debía y otro chavo.

La mujer, curiosa y sorprendida, decide cambiar el tema. ¿De dónde conocía al joven? ¿Cuáles fueron las circunstancias por las que coincidieron en ese vagón? Preguntas sin respuestas. El tiempo y lugar precisos para encontrarse dejan entrever que la ciudad guarda sus propios secretos y que le agrada entrelazar relatos, además de dar a los usuarios oportunidades para llenar huecos en las historias que día a día se pierden con el anonimato del recorrido, quizás los personajes no tengan nombre, pero existen dentro de una trama.

Son las 7:08 de la mañana y viajar en metro es asistir a una pasarela ambulante.“Si la gente no va a comprar, la venta va hasta su lugar”, tanto, que se podría hacer una compilación de souvenirs por cada línea; dulces, calendarios con la virgen de Guadalupe, sopas de letras y acertijos, lamparitas de halógeno, bolígrafos, libros “ABC” y manuales para la ortografía. Quien vende comparte el tiempo y espacio hasta que aparece el estruendo provocado por un amplificador: Un hombre robusto grita a todo volumen.- ¡Sí mire, se va a llevar disco mp3, va calado, va garantizado!

Mientras tanto es la ley de la selva, la lucha por el aire, la defensa de las pertenencias. Donde caben dos caben 10, es por ello que conviene ser un buitre del espacio: Cuando se desocupa un asiento, las miradas encarnizadas lo acaparan como si fuera un presa, hasta que la ley del más hábil, de la buena anciana con bolsas o la mujer embarazada ganan el sitio disponible, todos los demás regresan a mirar en círculos.

Los tacones conviven con botas manchadas de cemento, tenis rotos o de marcas reconocidas y pies descalzos. Es también un ejercicio para la caridad. Se observan ciegos cantando entonadamente, niñas de ocho años con sus hermanos lactantes en rebozos, todos ellos piden lo mismo apelando de raíz al mismo discurso.

Casi una hora, son las 7:39 y la salida siempre es tan fortuita como la entrada, no basta mencionar que el sauna y la presión cambian el cuerpo de contornos, tampoco que cada estación es un encuentro con la ciudad misma, con su color y sabor, donde millones son convidados del mismo banquete, experiencia cual destino no es un sitio, sino ser testigos para los otros, tener un prueba viviente sobre la existencia de la otredad.

1 comentario:

Akume dijo...

Deliciosa crónica la tuya!!!! redacción también estupenda, sólo un detalee: "¡Si mire se va a llevar disco mp3, va calado, va garantizado!" Debriía leerse:¡Sí, mire!¡Se va a llevar disco mp3! ¡va calado! ¡va garantizado!